domingo, 25 de septiembre de 2005

Colores desteñidos

(Un buen trauma es más persistente que una foto...)

Siempre tuve por costumbre agasajar a mis amadas con toda suerte de chocolates, alfajores, bombones y caramelos. Apelando a un lugar tan común en el gusto femenino, me fui abriendo paso en la vida de varias de ellas. Asimismo, noté que, con idéntica frecuencia, muchas señoritas procedían a guardar los envoltorios de dichas golosinas.

Asombrado por una práctica que conduce inevitablemente a la proliferación de hormigas, cucarachas y demás alimañas hogareñas, no pude resistir la tentación de elucubrar conjeturas acerca de los motivos de dicho proceder.

Mis numerosas conclusiones fueron por demás insatisfactorias e incluían sospechas de exagerado afecto, gestos de dulzura y la participación en promociones televisivas. Desalentado, resolví abandonar ese desafiante ejercicio mental y atribuir esa misteriosa conducta femenina a alguna de las conocidas e inútiles convicciones del amor adolescente.

Una señorita me reveló la verdad: volver a ver ese papel era una forma de reencontrarse conmigo y recordarme cuando yo no estaba. Quizás exageré un poco cuando le dije que entonces no necesitaba volver a llamarla por teléfono o verla; de todas formas, podía ser fácilmente substituido por un envase vacío. Creo que hubiera preferido que me dijera que lo pensaba enviar a algún concurso de Susana Giménez.

En un sobre, dentro de una caja en la baulera de tu placard está el papel del alfajor Terrabusi que te regalé esa tarde. La humedad de tu habitación y el paso del tiempo lo han desteñido y muy poco se lee de la fecha que escribiste en su interior.

La última vez que nos vimos me miraste como si me conocieras de algún lado. Noté que me ibas a hablar y en el fondo me alegré. Me preguntaste si era amigo de Gabriela Nosécuanto. Otra vez me dejaste sin saber qué responder. Pensé que lo mejor era decirte que habíamos sido compañeros.

La tristeza que nos causa la verdad me hizo comprender que, conforme pasan los días, como los colores del papel, me voy destiñendo en tu memoria.

sábado, 3 de septiembre de 2005

(Im)puntualidad

(Y tal vez espere demasiado... es posible que me quiera ir.)

Esperé que llegaras. Recordaba haberte visto muchos años atrás; éramos desconocidos con un deja vu. Se anticipaba el otoño y yo todavía usaba pantalón corto. Traías un paraguas cerrado bajo el brazo y aún no había comenzado a llover.

Caminamos hasta el único bar abierto. Los televisores mostraban imágenes de un partido a punto de terminar. Pedí un trago de moda en otras épocas. El mozo y vos me miraron extrañados. Charlamos un rato y me despedí apurado.

Desde aquella vez, siempre te pasé a buscar a las en punto sabiendo que ibas a estar lista a las y cinco. Creo que me anticipé a casi todas tus jugadas. Tenía preparada respuestas para todas tus preguntas y consuelos para todos tus dolores.

Me pasaba todo un año planeando el regalo de tu próximo cumpleaños y celebraba nuestros aniversarios en la víspera. En Navidad, pedía los deseos para el próximo año y en Pascua desarmaba el pesebre lleno de pelusas.

Un día escuché que cerraste la puerta, pensé que te habías ido y aguardé tu regreso. Cuando me di cuenta de que seguías a mi lado, ya te estabas subiendo al colectivo. Esa fue la última vez que nos vimos.

Aprendí que tengo que ser más puntual.