Si tras una abundante ingesta de vodka, la memoria se vuelve volátil y los recuerdos de la tertulia desaparecen por completo, olvidar las penas en el mismo momento que suceden suena más efectivo que los encuentros entre amigos para ahogarlas a posteriori.
Por lo tanto, se recomienda asistir al encuentro de la mujer amada acompañado de una botella del incoloro licor. Si la dama en cuestión enuncia las trágicas palabras
"tenemos que hablar" uno pide permiso para concurrir al tocador, saca la petaca que lleva en el saco de la americana y procede a precipitarse 6 o 7 generosos tragos del agüita ruso. Así podrá regresar a la mesa donde la ingrata lo abandonará unos minutos más tarde con una propensión a la amnesia que impedirá amarguras ulteriores.