viernes, 10 de febrero de 2006

Calico Skies

(Paul McCartney)

It was written that I would love you
From the moment I opened my eyes
And the morning when I first saw you
Gave me life under calico skies.
I will hold you for as long as you like
I'll hold you for the rest of my life

Always looking for ways to love you
Never failing to fight at your side
While the angels of love protect us
From the innermost secrets we hide
I'll hold you for as long as you like
I'll hold you for the rest of my life

Long live all of us were crazy soldiers
who were born under calico skies
May we never be called to handle
All the weapons of war we despise
I'll hold you for as long as you like
I'll hold you for the rest of my life

I'll hold you for as long as you like
I'll love you for the rest of my...
For the rest of my life

domingo, 5 de febrero de 2006

Enanos

Cada vez que asistía a una función de circo deseaba enfáticamente que al menos una de las balas de salva que usaban los payasos fuera de verdad y así alguno de los horribles enanos que participaban de la función cayera redondo al piso para no levantarse más.

Cuando era un infante, contaba entre mis juguetes con un títere de peluche rojo con dos bolas de telgopor por ojos. Convenientemente apodado El Cuco, era una especie de Elmo al que yo quería y había hecho amigo de la bruja Cachabacha y el pato Donald, mis otros muñecos favoritos. Quizás fuera por su estridente color, yo creía firmemente que un halo siniestro lo rodeaba al Cuco.

Una noche, cuando el reloj del comedor marcó las cuatro de la mañana, un tono estremecedor, me despertó. La luna se filtraba por la ventana y descubrí que alguien debajo de mi cama sotenía al Cuco en el aire con su mano entre la pared y mi cama. El títere no sonreía y parecía enojado. Una voz aguda y chillona me hablaba y yo sentía mi corazón latiendo rapidísimo. Me sentía aterrado y una transpiración fría corría por mi espalda. Me escondí bajo las sábanas y me largué a llorar.

A la noche siguiente, los cuatro jinetes del Apocalipsis hicieron relinchar sus caballos en el reloj del comedor y el mismo resonar a mi lado me despertó. El Cuco junto a la cama y la misma voz que me habló la noche anterior reaparecieron. Llorando, estiré mi mano y alcancé a encender mi velador. No vi nada. Miré hacia el lugar de la biblioteca donde solía acomodar al Cuco y no estaba. No me animé a mirar debajo de la cama. Cuando apagué la luz, unos pequeños pasos se alejaron hacia el pasillo.

A la mañana no pude encontrar al Cuco por ningún lado. Le pedí a la mucama que lo buscara debajo de la cama pero ella tampoco pudo hallarlo. A los pocos días apareció en mi repisa. Le faltaba un ojos y su boca estaba cosida con hilo negro. Incapaz de dar un explicación lo quemé en el incinerador de basura de mis vecinos.

Tenía diez años cuando fuimos a visitar a una comadrona del pueblo para que le curara el empacho a mi hermano. Un ojo tuerto, varios dientes rotos, un rostro arrugado y un delantal marrón le daban un aspecto horroroso. Antes de retirarnos, me tomó del brazo, alzó el índice de su mano izquierda y con una mirada amenzante me dijo:

"Hay unos enanos que ayudan a Satanás en su búsqueda de nuevos caídos, se esconden debajo de tu cama y si te portás mal, esperan a que te duermas para tirar de tus piernas para llevarte con ellos al Infierno."

Los años han pasado y no puedo dejar mis pies colgando fuera del colchón. A veces lo hago sin querer y cuando me doy cuenta, un frío corre por mi cuerpo; recuerdo las maldades del día y supongo que quizás esa noche merezca arder en las llamas eternas.