(Alejandro Dolina)
El gigante Gorrindo se presenta ante los peregrinos y, utilizando un facón luminoso, les corta las sombras y se las apropia.
A la hora del último sol, Gorrindo proyecta al mismo tiempo todas las sombras robadas, y es entonces cuando cae la noche en Flores.
Con los años, el gigante ha perdido algo de su vista. Esto es muy grave porque a veces se equivoca y se apodera de las personas, dejando las sombras abandonadas.
Los damnificados suelen intentar una razonable defensa con fuertes voces de aviso:
-¡Gorrindo, las sombras no gritan!
Pero el gigante no hace mucho caso de estos argumentos, porque se está volviendo un poco sordo o un poco cruel.
domingo, 13 de febrero de 2005
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